Martes de Opinión: “Más de 10.000 Davides” por Néstor Álvarez Montero


MÁS DE 10.000 DAVIDES…

Hay un elefante en la habitación de todo foguerer. Parece que da miedo hablar públicamente de él, pero en muchos corrillos se comenta, llegando siempre a la misma conclusión y alcanzando el mayor grado de unanimidad entre todos los festeros. “Se le quita a uno las ganas de hacer nada”.

Parece que hay que ser valiente para quejarse públicamente de esto. Y no es que yo lo sea más que nadie; ¿será porque lo sufro también desde el punto de vista profesional y eso me concede conocimiento de causa y cierta autoridad en la materia?, ¿será que ya me he quejado en mis redes de esto?

Me estoy refiriendo a la constante lucha contra Goliat que protagonizamos sin querer, al muro contra el que nos chocamos cada vez que queremos hacer algo, a la incredulidad de enfrentarnos con quien tiene la sartén por el mango. Es verdad que hacemos muchas cosas, es verdad. Pero no es “cualquier cosa”, es lo que nos define, y está recogido en los estatutos de toda asociación festera.

«La existencia de esta asociación tiene como fines:

a. Plantar una foguera en el distrito foguerer, en el ámbito de la Festa de Les Fogueres d’Alacant, fiestas oficiales de la ciudad y declaradas de interés turístico internacional.

b. Fomentar la Nit de Sant Joan como el acto más significativo de la Fiesta.

c. Realizar todas las actividad complementarias y derivadas de la organización de la propia Fiesta.

d. Fomentar la cultura popular, las tradiciones de les Fogueres, su música, la indumentaria tradicional, el uso del valencià como lengua en la que nació la Fiesta y todos los aspectos que han convertido a les Fogueres en seña de identidad de la ciudad d’Alacant.»

Nos sentimos sometidos a una constante negativa institucional poco comprensible, no llegamos a entender por qué (sobre todo porque, inevitablemente, lo comparamos con otras fiestas compañeras o asociacionismo alicantino que, vemos, tienen menos trabas). Nosotros somos los que hacemos y organizamos las Fiestas Oficiales de una importante ciudad como es Alicante, nosotros somos los que adquirimos las responsabilidades del esfuerzo altruista que hacemos año tras año y día tras día, robándonos tiempo de nuestra vida personal y laboral, por amor al arte.

Y encima vemos los resultados que no nos rebotan… las cuentas en grandes titulares de prensa… lo que reporta a la ciudad… lo que reporta a los negocios… (podría iniciar una nueva queja, pero esta la dejaré aquí)… Somos los que molestamos, somos los que ensuciamos, somos los que cortamos las calles continuamente… Somos los que recibimos las quejas porque este año el DJ era aburrido, las quejas porque la barra no era de calidad, las quejas porque no tenía espacio para mi coche… Somos los que escuchamos las críticas a la foguera porque este año es pequeña, las críticas a las luces porque este año son pocas, las críticas porque no han oído la charanga por su calle… Somos los que notamos los reproches porque ha venido menos gente al no caer en fin de semana, porque nos hemos ido más lejos, porque nos hemos trasladado a otra calle, porque no organizamos nada para entretener durante los días grandes, porque hacemos y no hacemos… Se vuelve uno loco ante esta constante paradoja.

Creo que no hay falta de voluntad política, aunque parezca que la hay (tampoco social, espero, aunque cada día recibamos más animadversión). Me he chocado de bruces, en mi experiencia festera y laboral, en muchas ocasiones, con una aparente voluntad porque las cosas no se hagan, que eso supone mucho trabajo, mucha molestia, mucha burocracia… y, total, ¿para qué? Para precisamente recibir la respuesta institucional (esta también social) tan manida y que tanto nos escuece a los festeros de pro que lo único que pretendemos es el bien de una ciudad que amamos: ya recibís una subvención pública.

Y ahora, en cada discurso de agradecimiento, a poner cara de sufrimiento o desagrado, porque en esas “gracias” del principio o final de esas locuciones públicas de nuestros actos, hay algo que nos chirría. Porque en el fuero interno de cada foguerer o barraquerque lo escucha, reconoce, porque lo ha sufrido, el grito desesperado de ayuda (no solo económica) que estamos necesitando desde hace tiempo: que, desde donde tiene que hacerse, se defienda con uñas y dientes nuestra identidad, nuestra tradición y nuestra cultura (y que se proteja y se fortalezca, porque es casi centenaria, nada más y nada menos)